Opinión

La crisis colombiana, un síntoma de algo más grande

La reforma tributaria que se pretende instaurar en Colombia se debe, en buena parte, a la línea de crédito de 17 mil millones de dólares.
lunes, 10 de mayo de 2021 · 17:52

Las terribles noticias sobre hechos violentos en Colombia nos muestran la reanudación de un fenómeno cuyas dimensiones poco antes de que estallara la pandemia ya eran preocupantes y expansivas. Si revisamos las notas más sonoras sobre América Latina durante la última parte de 2019 e inicios de 2020, las alarmas eran claras. Por un lado, el sombrío panorama de capacidad de pago de la deuda soberana argentina; y por otro, los estallidos sociales en Ecuador y Chile con motivo de las políticas económicas impuestas por sus gobiernos para cumplir las condiciones de financiamiento del Fondo Monetario internacional. La reforma tributaria que se pretende instaurar en Colombia se debe,en buena parte, a la línea de crédito de 17 mil millones de dólares a la que el país accedió el año pasado para hacer frente a la crisis generada por el confinamiento, y a que quiere seguir cumpliendo los requisitos para tener esa línea flexible de crédito. En esta tesitura, que el caso colombiano es una continuación de esta ola de protestas en la región, frente a directrices económicas de los organismos internacionales que y no son viables en un mundo post - COVID. Y esto es preocupante porque se suponía que, si algo nos dejaría este trauma global, era aprendizaje a gran escala (un capitalismo autocrítico, una forma de hacer política más solidaria, un sentimiento de comunidad renovado).

Los años setenta del siglo pasado vieron el desgaste natural de la fórmula de economía mixta que había sacado al mundo de la gran depresión con una combinación de Big Government, instituciones democráticas sólidas, regulación asertiva de los excesos del mercado y ampliación de los derechos sociales, sobre todo en los países europeos, que se volvieron la brújula de los demás en este rubro. Los avances tecnológicos, la creación de instrumentos financieros complejos y los incentivos perversos de las empresas de propiedad estatal como principal motor productivo, produjeron crisis de deuda soberana en todas partes, pero sobre todo en los países más pobres, y fueron necesarios rescates financieros billonarios provenientes de organismos internacionales. El dinero no llegó sin condiciones, se impusieron a los países restricciones severas en su gasto social y la obligación de imponer reformas fiscales agresivas, a fin de garantizar su capacidad de pago y finanzas públicas sanas. Detrás de esto lo que hubo fue una reinterpretación de la historia económica del siglo XX, pues se predicó el liberalismo sin restricciones y la estrangulación de la capacidad decisoria del Estado como la fórmula del desarrollo, echando por tierra el hecho de que fue eso lo que había llevado al mundo a la crisis de 1929 en primer lugar.

Si observamos la creciente y constante pérdida de confianza de los ciudadanos en sus gobiernos, las últimas décadas, coincide con este discurso hegemónico de corte neoliberal, lo que no es extraño, pues las políticas que lo acompañan son siempre anti populares y tendentes a aumentar las desigualdades. Pero ahora ya tenemos también los resultados de ese experimento: un crecimiento mediocre en el mejore de los casos, y crisis mundiales recurrentes derivadas de un mercado que ni sabe ni quiere autoregularse. Pero el FMI sigue haciendo de cuenta que no ha pasado nada. Si la historia ha demostrado el fracaso de sus recetas, peor para la historia.

Puedes conocer más del autor en su cuenta de Twitter: @AnaCecilia_Rdz
 

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