Opinión

UBER y Google, los gigantes impunes

UBER y Google son entidades privadas que, por la razón que sea, no están sujetas a ningún control pero tienen un imperio real sobre las personas.
lunes, 22 de febrero de 2021 · 17:31

La semana pasada ocurrieron dos hechos que aparentemente pertenecen a reinos distintos: el de las noticias, y el de los servicios de transportes. Ocurrieron, además, lejos de México. El primero fue en Australia, donde la empresa Google llegó a un acuerdo con el corporativo noticioso de Rupert Murdoch, para pagarle a este último por todos los contenidos del grupo que las personas comparten a través de los servicios del gigante tecnológico. El segundo fue un fallo judicial en el Reino Unido, donde los tribunales fijaron de una vez por todas que los conductores de UBER son empleados de la empresa, y por lo tanto, tienen derecho a salario mínimo, vacaciones, seguridad social y demás prestaciones legales.

Hasta el día de hoy, en la mayoría de países, los choferes de UBER se consideran trabajadores independientes, sin relación laboral con la plataforma. A ver si podemos retratar lo kafkiano de todo el asunto: a nadie debería sorprender que UBER fuera considerada una empresa de transporte (y una de las más grandes del mundo, por cierto), así como ubicar a AirBnB como una empresa de hospedaje. Sin embargo, ellas pretenden ser, jurídicamente, parte de la llamada gig economy, es decir, empresas que agrupan auto empleados o freelancers. Eso significa que, si le preguntamos a la primera, ella no se dedica al transporte, sino al puenteo tecnológico entre conductores y pasajeros, que nada tienen que ver con la empresa. Lo mismo en el caso de AirBnB, con ese cinismo.

El fallo inglés no es el primero en su tipo, por cierto (los taxistas de Barcelona habían ya logrado algo semejante hace varios años) pero puede que sea el más importante e inicie un efecto dominó en toda Europa. Lo mismo le espera a la empresa de hospedaje, que la pandemia exhibió en toda su superficialidad, y que es responsable tanto de la quiebra de múltiples hoteles que juegan limpio, como de la gentrificación de muchas ciudades, donde sus personas originarias ya no pueden ni pagar sus rentas, porque todos los caseros se han convertido en hoteleros que no pagan impuestos. Asqueroso. Y lo de Google tiene que ver porque el tema es el mismo, a saber, las enormes zonas grises en la legislación de todos los países, que no estaban preparadas para el crecimiento y sobre todo el poder que han adquirido las empresas tecnológicas, que se han aprovechado del fisco, a quien no le pagaron nada por una década o más; de los trabajadores, a quienes esclavizan con la cantaleta de la independencia; y de los propios consumidores, quienes cada vez tienen menos privacidad, menos alternativas y menos control sobre sus propios gastos fijos. No soy fan de Luigi Ferrajoli, por sangrón y por salino, pero en esta ocasión no tengo más que utilizar su concepto de poderes salvajes: entidades privadas que, por la razón que sea, no están sujetas a ningún control pero tienen tanto imperio real sobre las personas, que los Estados no pueden tratar como un privado común y corriente. Porque más poderosos y más salvajes que estos, ahorita no hay.

Puedes conocer más del autor en su cuenta de Twitter: @IsraelGnDelgado

 

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