Opinión

Ser civilizados

La ineficacia de los organismos internacionales y del derecho internacional público en general, se ha evidenciado cada vez más, los últimos años, y la pandemia fue la cereza del pastel.
lunes, 5 de abril de 2021 · 16:59

Ser civilizado consiste, en buena parte, en aprender a reprimir los instintos, o sea en aprender a ser hipócrita,  y con buenas razones, porque la franqueza sin empatía intelectual (virtud de pocos) es pura  crueldad o irresponsabilidad. Este rasgo civilizatorio se traslada a nuestras leyes, nuestras instituciones y a la cultura política occidental, con su garantismo estridente, por un lado, y por otro sus mecanismos, cada vez más sofisticados, para violar unos derechos humanos mientras hacen como que protegen otros.

Los organismos multilaterales son ejemplos ilustrativos de esta esquizofrenia cultural, pues los mismos países que aportan las sumas más importantes para su financiamiento suelen tener políticas domésticas  bastante nacionalistas y proteccionistas, cuando no francamente discriminatorias.

Y es que la ineficacia de los organismos internacionales y del derecho internacional público en general, se ha evidenciado cada vez más, los últimos años, y la pandemia fue la cereza del pastel. Los países ricos (es tiempo de dejar de llamarlos desarrollados, para ir abandonando ese complejo de inferioridad tan nuestro) están a favor del libre mercado siempre y cuando sean ellos los que entran, no los que dejan entrar nuevos competidores; están a favor del derecho universal a la salud, siempre y cuando se surtan ellos de vacunas antes que todos los demás, y están en favor del derecho humanitario, siempre y cuando los extranjeros se queden de su lado de la zanja, porque las cosas no están como para acoger extranjeros, y menos de países pobres.

Pero es injusto, quizás, estigmatizar a algunos países con esa actitud, como si nosotros fuéramos más solidarios. A lo mejor es muy humano ser cosmopolita y generoso en tiempos prósperos, y chauvinista y mezquino en tiempos difíciles. 

Esta reflexión la motivó el alud de notas acerca de los problemas que se han suscitado en la frontera norte, con la nueva administración de Joe Biden. Sabíamos que la política comercial y la política exterior de Estados Unidos varía poco, sean demócratas o republicanos los que ocupen la casa blanca, así que no es novedad que Biden esté tan duro como los anteriores en materia de control fronterizo y proteccionismo comercial. Una de las nuevas funcionarias de la administración ha dicho que las prohibiciones comerciales hacia China se mantendrán, porque sería irracional retirarlas cuando “se tiene una situación ventajosa”. Ha cambiado el discurso (menos brusco, más civilizado) pero las acciones son las mismas. Ya no habrá niños en jaulas en centros de detención, como en el Trumpismo, sino que ahora se “alojará” a los niños en bases militares y otras instalaciones controladas por el pentágono.

Menos mal que ya llegaron los buenos a Washington. No deja de ser triste que, en un mundo que canta loas masturbatorias sobre conectividad e integración cada que sale alguna estúpida aplicación para teléfonos, no haya nada considerado más ilegal, más peligroso y más digno de ser “contenido”, que los seres humanos que vienen de fuera; no es que esas personas hagan algo ilegal, sino que su ilegalidad es ontológica. Ellos “son” ilegales. Y lo vemos normal.  

Puedes conocer más del autor en su cuenta de Twitter: @IsraelGnDelgado

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