Opinión

Reavivando el interés por un destino común en el sistema mundial de comercio

miércoles, 3 de junio de 2020 · 14:30

Por Laura Montes de Oca
Twitter: @laurismont9

Inhala, exhala. Sí, viene una crisis económica; cada día las noticias nos lo advierten. Según la Organización Mundial del Comercio (OMC), el comercio mundial caerá entre el 13% y 32%, habrá una recesión peor que la Gran Depresión, y una reducción inminente del PIB per cápita. Es difícil pensar que nuestras metas a corto y largo plazo, al igual que las del mundo, deberán reajustarse a un nuevo escenario de crisis mundial por el COVID-19.

La OMC no se salva. Desde el 2012, Richard Baldwin aseguraba que la OMC parece estar atrapada en un “profundo malestar”, pues ha sido criticada por no estar a la altura de la nueva dinámica de comercio de flujos transfronterizos complejos.

La Organización diseñada para el siglo XX ha intentado renovarse, pero ha enfrentado múltiples obstáculos como la desaceleración del comercio y la escasez de miembros con voluntad política. Estas dificultades se hicieron evidentes con el impasse de la ronda de negociación que pretendía eliminar relevantes barreras comerciales y provocar el cambio más ambicioso en más de 20 esferas del comercio (Ronda Doha). Asimismo, el liderazgo que anclaba los principios de la ronda Uruguay se ha dispersado y recientemente perdió su distintivo frente a otras instituciones: su órgano independiente de solución de controversias.

Por lo anterior, la OMC está en una fase peculiar de su historia. Si bien muchos la declaran muerta, yo la identificó como un millennial con crisis de identidad. Sí, la crisis del cuarto de vida.

A 25 años, la OMC ha perdido el ímpetu (su mojo) que la destacaba. No por deseo propio, sino porque los asuntos internos de sus miembros han impedido enfocarse en lo más importante para la organización: una voluntad de definir su futuro.

La OMC ha evolucionado como foro. Las negociaciones de sus miembros ya no se centraban en aranceles (aunque algunos miembros quieran reavivar esa época) sino se discutían otros obstáculos más técnicos, lo que implicaría otro nivel de integración, desarrollo y transparencia. Además, se iniciaron discusiones sobre el comercio electrónico, subsidios a la agricultura, temas antes impensables.

Cuando uno crece, la toma de decisiones se entorpece. Cuando la OMC inició, contaba con 123 naciones; ahora tiene 164 miembros que representa el 98% del comercio. Cada decisión tiene repercusiones y no todos los Estados cuentan con el mismo desarrollo; algunos apenas se unieron, caminan. Sin embargo, todos deben seguir aprendiendo; de ahí la relevancia del Foro Público Anual de la OMC. Es verdad que no forma parte de su estructura per se y no es vinculante, pero provee una plataforma para que los miembros escuchen la opinión y análisis de empresas, académicos y la sociedad. En 2019, el Foro Público reunió ideas de millenials y generación Z, pero en ediciones pasadas ya discutía intereses apremiantes del comercio para la nueva generación como tecnología, medio ambiente, un comercio inclusivo, entre otros.

Nos encontramos en un punto crucial mundial a nivel que aceleró la crisis de la OMC, pero se puede salir de ahí. Varios expertos incluyendo el Director General de la OMC, Roberto Azêvedo, quien deja su puesto el 31 de agosto, han enfatizado que para salir de ésta, los miembros deberán buscar la reciprocidad, una capacidad de consenso más rápido y un sistema independiente de solución de controversias. La organización tiene que mantener su pensamiento millennial, entendido como la capacidad de arriesgarse y abrirse a concertar creativamente con los miembros un nuevo paradigma, pero sobre todo, reavivar el interés de compartir un destino común e inclusivo hacia la transición del comercio mundial al nuevo milenio.

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